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  • Foto del escritorRed Crucero

Carta a mamá

Por José Luis Galván Hernández.




Doña Julia:

¿Te acuerdas de esta canción? Señora Santana, por qué llora el niño/ Por una manzana que se le ha perdido/ Vamos a mi huerta cortaremos dos/ Una para el niño y otra para Dios… Con esa canción me dormías, mamá; claro que te has de recordar, si yo en un vago y difuso recuerdo te veo al lado de mi cama, porque tenía fiebre. Me cantabas, mientras en mi frente ponías un trapito fresco.


Sabes, madre, muchos años después les canté esta misma canción a mis hijos no sólo para dormirlos, sino también en una ocasión que Iker, mi hijo el mayor, se enfermó. Igual que yo tenía calentura y su madre tuvo que trabajar, me quedé solo con mi niño, cantándole la canción, arrullándolo en su cuna y con el trapito fresco en su frente.


¿Cuánto tiempo ha pasado Doña Julia que no estás? Casi 30 años, aunque hoy platico mucho contigo, en las mañanas, cuando me veo frente al espejo, antes de dormir…

¡Y además me sorprendes en mis sueños! Llega el mes de mayo y me ataca cierta nostalgia, me libero a veces del llanto y de la tristeza escribiéndote una carta.


Sabes, creo que en esta ocasión muchos hijos como yo, no podrán ver a su madre este 10 de mayo. Porque no te he contado, pero la humanidad ha inventado un nuevo virus, que es muy contagioso y mortal: El Covid19. Por este motivo nuestro gobierno ha ordenado una cuarentena en nuestras casas; No puedes ir a visitar ni a tus seres queridos que no vivan contigo.


Todo es muy confuso, mamá, los días en el encierro te hacen cuestionar lo que hemos hecho no sólo como individuos, sino como sociedad. Creo que tanto el planeta como ustedes, los seres de luz, así como Dios nos piden un alto a la manera como hemos vivido.


Íbamos a un ritmo muy acelerado, con la tecnología de hoy que no imaginaste tú, la cual nos permite estar en comunicación con cualquier persona en segundos, en cualquier parte del planeta, con tan sólo tocar una pantalla; sin embargo, al estar sentados en la mesa, ni siquiera nos volteamos a ver, seguimos hipnotizados a esa pantalla.


Estábamos perdiendo lo esencial, las miradas, el contacto, los abrazos; un mundo virtual se apoderó de nosotros, sin saber que poco a poco íbamos dejando de sentirnos. Nos perdíamos en el internet, las redes sociales, para no volvernos a ver más en persona, como está ocurriendo en este momento.


Háblame, mamá, desde un sueño. Dime qué podemos hacer. Sé que calentamos al planeta, la humanidad entera está enferma, tiene fiebre. ¿Podemos morir sólo por un virus? ¿O viviremos como fantasmas virtuales en nuestra propia matrix que creamos? Sin volver a oír los cantos de las madres antes de dormir.



Me despido, Doña Julia, porque si te sigo escribiendo no podré contener las lágrimas toda la noche, mejor voy a la recámara de mis hijos, a contarles un cuento; los abrazaré con ternura, les daré el beso de las buenas noches y los dormiré arrullándolos con la canción de: Señora Santana por qué llora “el mundo”…



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