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  • Foto del escritorRed Crucero

Chingones


Se oyen las notas de un acordeón en las calles semivacías. Es un hombre joven de piel morena, acompañado por su pequeño hijo, tendría unos 7 ú 8 años. El niño miraba con ojos desesperanzados a su padre mientras él entonaba el corrido de Monterrey,  pidiendo unas monedas con un sombrero. Le doy  el  único billete de mi cartera, eran solo veinte pesos. Lo más triste fue que el sombrero estaba vacío, pero aún así seguía cantando: “Tengo  orgullo de ser del norte…” 

Me fui ya pensativo después de ver esta escena y llegué a comprar algunas cosas al súper 7. La tienda igual semivacía, solo estaba un hombre ya mayor  su piel morena se veía  quemad por el sol;  llevaba bolsas de chile piquín queriendo comprar un bote de agua pequeño. El dependiente le dice que solo hay de litro, se busca en las bolsas y se dirige a la salida  sin su bote de agua. 

- “Señor, tome el bote de agua y si quiere algo para comer yo se lo pago”, le digo con cierto sentimiento de culpa y tristeza mezclada... 

- “Gracias, solo el agua, solo tengo  sed, pero si quiere ayudarme cómpreme una bolsita de chile piquín, no he vendido nada todo el día”, dijo con su voz llena de dignidad y angustia a la vez. 

No pude comprar los chiles porque solo traía tarjeta, no llevaba efectivo. Le explique y  a pesar de todo vi en sus ojos un brillo de esperanza. Él salía con su bote de agua mientras yo llevaba entre otros productos un six de cerveza Victoria de la edición espacial; de esa que su eslogan dice “Chingones” “Unidos por México”, con el puño en alto que se hizo casi símbolo nacional después de los temblores del 17 en CDMX.

En estos días donde nos piden de nuevo el encierro, en donde se declara “un toque de queda” sin serlo  por que es  “voluntario” (así nos lo presenta el gobierno), en donde se vuelven a cerrar varias actividades económicas y se siguen posponiendo otras, en donde el contagio crece, las muertes por el Covid aumentan, pero también crece la pobreza y la gente sale a las calles en busca de ayuda.

Ahora, en estas calles semivacías se pude notar más la desigualdad, el dolor, “los fantasmas de piel morena”, los que sufren y viven al día, los  que antes  no veíamos o  desaparecían  entre la multitud, en estas calles bajo un sol que quema, que  solo refleja la sombras de la miseria.

Después de esos encuentros, cuando salgo de la comodidad de mi “encierro” al ir  manejando veo a través de la  ventana de mi coche las calles semivacías, pero llenas de paisajes de enorme desigualdad. Me pregunto si aún podemos decir: “¿Tengo orgullo de ser del Norte?”

También veo a personas con sus tapabocas en las paradas de camión, del metro,  los choferes, los repartidores de comida rápida en sus motos, los obreros entrar a sus fábricas, el albañil trabajando en la construcción, los vendedores en los cruceros, bomberos, policías, también  los  doctores, enfermeras, las  personas que trabajan en el sector salud  rumbo a un hospital;  todos  aquellos “mexicanos unidos” que no pueden quedarse en casa porque no comerían, y otros cuya labor es indispensable para sostener al país… Ellos son los “chingones”.

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