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  • Foto del escritorRed Crucero

El abrupto final del ciclo escolar


José Luis Galván Hernández.


Viernes 5 de junio, el drama se desata por la mañana. Todavía no llegamos al desayuno y se oyen dos voces agudas, pequeñas: “Me han arruinado la vida”, lo asume como gran tragedia, Iker, mi hijo mayor de 9 años. “¿Ni por Zoom volveré a ver a mis amigos?”, pregunta el menor de mis hijos, Gabrielo de 7 años. Ambos se acaban de enterar del “abrupto fin del ciclo escolar.”


Apenas un día antes les comentábamos del comunicado de su colegio, que nos cambiaba la fecha de su fin de curso escolar “por línea”, del del 30 de junio al 23 del mismo mes; sin embargo, sin decirnos nada a los padres de familia, las maestras comunican a los niños que el viernes 5 era su último día de clases.


No es para menos el drama, con esa edad, con el encierro, los constantes cambios de planes escolares propiciados por el Covid 19 y por las indecisiones gubernamentales entre los gobiernos federal y locales o entre las autoridades de salud y la educativa; los niños simplemente no entienden nada y los adultos tampoco entendemos mucho, por lo que es lógico que la montaña rusa de emociones se termine por desbordar en la mente de nuestros hijos.


Puedo entender que para la Secretaría de Educación no ha sido fácil tomar decisiones en torno a esta pandemia, que nadie imaginó venir, que no están preparados tecnológicamente para las clases en línea ni los colegios privados ni las escuelas públicas; eso lo puedo entender, aunque me molestan los constantes cambios de las fechas de término o inicio de curso escolar.


Lo que no entiendo es que de un día para otro derrumben los planes que ellos mismos establecieron, la programación que las escuelas y colegios privados habían logrado acomodar con alumnos y padres de familia. Me parece una falta de respeto para la comunidad escolar y un daño a lo más importante de la educación: los niños.


¿Quién pierde? De entrada diría que todos, pero al final, el drama familiar me dice que no somos los padres, quienes tendremos que inventar actividades o juegos y partir nuestro tiempo de trabajo con la atención ahora al cien por ciento con nuestro hijos, que no tendrán una actividad educativa que les consumía casi la mitad de su día; son ellos ahora los que más pierden, los veremos vagar entre el internet, Netflix , Tablet y juegos electrónicos.


Pierden vivencias de su infancia que no les dará ningún aparato electrónico, como las que disfrutarían con la convivencia con sus compañeros y sus maestros. Si bien el espacio físico de la escuela no lo iban a recuperar, la sanación de socializar ahora no la tendrán y así de la noche al mañana, literal en nuestro caso, terminó su ciclo escolar, con una forzada despedida, con dudas e incertidumbres, aunque vienen vacaciones de verano ¿seguirán encerrados en casa?


El drama empezó con la alegría de un puente el 17 de marzo; el primer cambio, no habría regreso a clases hasta después de las vacaciones de semana santa, el 20 de abril; otro cambio, en mayo vuelven; después que sólo en línea, para terminar de manera sorpresiva el primer viernes de junio con un adiós abrupto al fallido Ciclo Escolar 2019-2020.




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