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  • Foto del escritorRed Crucero

El fenómeno de la violencia y los programas sociales

 

La violencia en nuestro país constituye la peor crisis nacional en materia de seguridad. Los homicidios dolosos se multiplican en el territorio nacional, donde hay más muertes violentas en un fin de semana que en el frente de batalla en Ucrania.

 

En el año recién terminado, de acuerdo al portal www.TResearch.Mx, se registraron 30,748 homicidios, para sumar en los primeros cuatro años de este sexenio 143,639 muertes violentas.

 

Reconozco que no es un problema que se haya generado en este gobierno, porque en los sexenios anteriores también se han registrado cifras aterradoras de homicidios, y aunque se han creado buenos programas para promover la cultura de la paz, como el Programa Nacional de Prevención del Delito y la Violencia, el Programa de Fortalecimiento de la Seguridad Ciudadana, o el Programa de Atención a Víctimas, por citar algunos, los resultados no se ven en ninguna parte.

 

Un alto porcentaje de esta violencia es generada por las células de narcotraficantes que pelean territorios y mercados a sangre y fuego. La captura de Ovidio Guzmán, así como la fallida aprehensión en 2019 son un ejemplo del poder de fuego que tienen los poderosos cárteles de la droga, pero también de la amplia base social que han logrado acumular con el paso de los años.

 

Los narcocorridos, las películas y series de televisión que explotan el lado humano de los capos, entregado medicamentos o despensas a los necesitados, el fervor y la veneración a supuestas figuras protectoras de narcos, como Jesús Malverde o la Santa Muerte, han cambiado la visión que tienen algunos sectores de la población de los capos a quienes, en lugar de juzgarlos como delincuentes, se les considera como héroes en sus comunidades.

 

Antes los niños decían que de grandes iban a ser policías, ahora juegan a que son sicarios al servicio de la delincuencia organizada. Bueno, ¿hasta dónde hemos normalizado a los capos? que hasta un jugador profesional de futbol en el equipo Cruz Azul organizó una fiesta temática para el cumpleaños de su hijo, con el tema de narcotraficantes. Claro, le costó la chamba.

 

Argumentar que el apoyo al narcotráfico ha crecido por la creciente desigualdad, tampoco es del todo cierto.

 

En su libro “Breve Historia de la Igualdad” del afamado economista francés Thomas Piketty, señala que el mundo en la década de 2020, por muy injusto que parezca, es más igualitario en muchos aspectos que en 1950 o 1960, y a su vez en estas décadas había más igualdad que en 1850 o 1870.

 

Concluyo, la violencia homicida, por lo visto, no tiene una raíz económica, sino cultural. No se le ataja regalando dinero sin ton ni son. Cuatro años con esa práctica no ha reducido en lo más mínimo la ola de terror y muerte. Es necesario que, desde las escuelas, en las familias, en los centros de trabajo y en las creaciones musicales o cinematográficas, se emprenda una intensa y permanente campaña por una cultura de la paz.

 

Será un proceso largo que no se debe detener, mientras tanto, nuestras fuerzas armadas deben seguir resguardando la soberanía y la seguridad nacional que se ven constantemente amenazadas por el crimen organizado.

 

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