De niños jugábamos a las luchitas, y de repente no faltaba el hijo de su pelona que en medio del juego se calentaba y lo agarraba en serio.
Con ese no volvías a jugar…
Con el tiempo que llevo de ver política, es fácil reconocer un pleito arreglado.
Así era el pleito de Samuel contra los priístas y panistas, arreglado.
Hasta que Samuel se calentó…
No aguantó la cachetada simulada porque sus amigos fresitas le dijeron que se miraba feo que le tocaran su bello rostro.
Entonces respondió con mordidas y rasguños… agarró piedras y un palo, le salió espuma por la boca y resopló.
Los prianistas pensaron que fingía muy bien, hasta que sacó un cerillo y estopa y les quiso prender fuego.
Imposible calmar…
El muchacho que no sabe jugar a las luchitas perdió la razón.
Hasta que le pegaron un patadón en los tanates, para aplacarlo…
Se revolcó y maldijo, juró venganza, se acabó el juego.
El juego de niños ahora tiene escandalizada a la vecindad… doña Caintra pide que no le peguen al muchacho, sus amigos exigen que le peguen donde quiera menos en el rostro.
Esto sería divertido… si hubiera agua.