Yo sé, porque él lo ha dicho, que López admira a Salvador Allende.
López es de la generación mexicana quienes crecimos con ese Allende en calidad de héroe, convencidos de que al presidente chileno le mataron los gringos, la CIA.
Me llenaba de rabia pensarlo...
Con el tiempo casi toda aquella generación aprendió la historia periférica, y deshizo el pedestal de Allende para ubicarlo a la altura de lo que fue, un hombre y su circunstancia.
Pero López no...
López se quedó empantanado en la veneración de una figura idealizada.
No le dio para más...
No pasaría de ahí, de no ser porque de la historia que aprendí, López va en mucho, por las veredas de Allende.
López pasó de una política local confrontadora, a una política internacional provocadora.
No sé si lo haga de manera consciente, pero pavimenta el camino para que los gringos tomen acciones en contra de México.
Fortalece a los cárteles y con ello provoca en México inseguridad... a los gringos les enciende alertas de seguridad nacional.
Bloquea a los empresarios norteamericanos, les agandalla contratos y les tumba inversiones.
Su lenguaje adquiere el tono de la izquierda setentera: Lacayos, llama a los integrantes de la OEA.
La bota yanqui... el imperialismo...
Se pliega a favor de la revolución criminal cubana...
Le manda apoyo, participa abiertamente en el conflicto cubano, a favor del gobierno represor y en contra de los ciudadanos inconformes.
López quiere ser Allende...
A su edad es peligroso.
Me ha pasado la idea fugazmente por el pensamiento, y la desecho... o mejor dicho, trato de hacerlo.
Pero ahí está...
Ahí está López que jala los bigotes del tigre imperialista.
Que le baila enfrente.
¿Se da cuenta de lo que hace, o es mero instinto?
¿Se da cuenta de que quizá quiere terminar igual que Allende?
O que quizá en su desvarío, quiere ser él quien cambie la historia, y provocar una intervención americana y a diferencia de Allende, el sí... ¡El sí! derrotar a los gringos, echarlos a patadas e inaugurar una nueva América Libre.
La América bolivariana en la que también soñaba Allende.