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  • Foto del escritorRed Crucero

¡Estamos vivos!

Por. José Luis Galván Hdz.


“…Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente…”. Jesús le dijo: “¿Porque me has visto, has creído? Bienaventurados los que creen sin haber visto… Estas líneas del evangelio de San Juan las escuché el domingo en la misa virtual del Centro Cultural Loyola.


Después de oír la reflexión que hacen del evangelio los padres jesuitas Diego y Pedro, me surge la inquietud de cómo algo que no vemos, “un simple virus”, el Covid-19, ha cambiado al mundo, nuestra manera de convivir, de relacionarnos, de vivir en comunidad. O quizás es lo que hemos olvidado, a ser verdaderamente comunidad, es decir, compartir, integrarnos, asociarnos, pertenecer, empatía con el otro, igualdad social, etc…


A pesar que los días parezcan oscuros y eternos, ahora que el gobierno ha declarado oficialmente la fase tres de esta pandemia, debido a que aumentan día a día los contagios y las muertes, me reconfortan las palabras pronunciadas por el Padre Diego: “La buena noticas es que Jesús ha resucitado… Porque la resurrección también es esperanza”.


Aunque nuestro país en estos momentos sufre por un aparente estado agónico o ya de muerte, tal cual algunos pesimistas e incrédulos como el apóstol Tomás decretan, confío en algo que no se ve, que no se mide, ni se pesa, pero se vive y se siente; en cada tragedia que hemos tenido que vivir los mexicanos, desde lo profundo de nuestro ser nos resucita el indomable espíritu de seguir adelante.


Reflexionemos en este tiempo de quietud, sé que no sólo es cuestión de religión o de fe. ¿Cómo vivíamos antes de la pandemia? ¿La vida es esto, estar más tiempo al lado de la familia? ¿Vivíamos bien cuando la mayor parte del tiempo, de nuestras vidas, estábamos en el trabajo? ¿La felicidad eran los viajes, los restaurantes lujosos, la ropa de marca, el carro último modelo? ¿Qué sigue después de la pausa?


Decretemos desde este momento la buena nueva: ¡Estamos vivos! Quizás con heridas en las manos, en el costado, pero el virus no nos detendrá. Hagamos comunidad, volteemos a ver al otro, hoy no nos podemos tocar, pero sí sentir, cuidarnos a distancia; estoy convencido que la oración viaja y se propaga más rápido que cualquier virus, el orar resucita los corazones.



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