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  • Foto del escritorRed Crucero

La dolorosa noche de las sillas vacías


En casa un par de sillas vacías que pesan como una roca... Como una montaña entera.


Me duele hasta los huesos. Quiero que sea una Nochebuena, pero no lo es.


Mi historia es la historia de millones de hogares que en esta noche aún no procesan el dolor de la ausencia repentina.


A México le duele el alma... Pero no sólo a México, el dolor invade al mundo entero.


Por todos lados la sombra de la muerte cierne un manto sobre la luz de las sonrisas...


La sonrisa se vuelve tenue, melancólica.


Triste situación agravada porque esta crisis nos llega después del tiempo de odio.


El mundo ha votado por el impulso del coraje y del enojo; resultado de ello, tenemos a los peores gobernantes en el peor momento.


En Reino Unido, un populista que pretendía destruir los símbolos añejos...


En España otro populista de izquierda, alentado por la avalancha del desprecio provocado por los excesos de la corrupción en la Corona.


Argentina no se diga... La indeleble vocación de hacer de su vida una tragedia les lleva a elegir sin falla, a quien puede postrar salud y economía.


Estados Unidos, con récord de muertes y conflictos sociales, el populista que casi se va, deja un desastre en el manejo sanitario.


Y México, mi México querido, sumido en el populismo atroz que festeja 3 mil vacunas en vez del millón prometido.


El mundo en las peores manos en el peor momento.


Vea en cambio la situación en países con gobiernos serios... La crisis les pega, pero impulsan soluciones sensatas.


Costa Rica es el paradigma del bien hacer con las manos juntas... Chile... Japón, con Tokio que tiene 9 millones de habitantes y una tasa de contagios que es la cuarta parte de Monterrey.


Israel... Sin duda el mejor ejemplo de lo que se logra con un manejo firme y adecuado de la crisis, pero sobre todo, con cohesión social y liderazgo firme y cierto.


Sí, hoy lloramos... El mundo llora.


No son tiempos de incitar ni concitar al odio.


Son tiempos de reflexionar...


El dolor, este profundo dolor que no se alivia con palabras ni regalos, nos hace más sensibles.


Necesitamos mejores gobiernos, sin duda... Y no es el odio el mejor consejero en estos tiempos.


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