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  • Foto del escritorRed Crucero

Muy bonito el plan... nomás hay que echarle tierra


Si el plan de Movilidad de Hernán Villarreal saca los camiones del centro de Monterrey, los urbanistas van a levantarle una estatua... los ecologistas le pondrán su nombre al próximo árbol que levante su copa en la avenida Juárez.


Lo malo es que ni los urbanistas ni los ecologistas suben al camión urbano.


Quienes si lo hacen, son decenas de miles de trabajadores quienes viven en el municipio de García y cada día aguardan hasta tres horas a la espera de que pase el camión urbano que los lleve a casa.


Están molidos, hartos, frustrados... así se acostumbraron a vivir, sin que alguien les eche una mano.


A ellos les vale pito si los camiones entran o no al centro de Monterrey, quieren que los camiones lleguen a sus colonias... ¡nomás!


En campaña, la señora Elvira Orta los llevaba en taxis alquilados... desde entonces nadie más se acuerda de ellos.


Si el Plan de Movilidad avalado por Samuel García nos convierte en la ciudad con un mayor número de camiones eléctricos para el servicio público, no habrá líder de organismos civiles que evite aplaudir semejante logro.


Pero ocurre que los líderes de organismos civiles no saben lo que es viajar en un camión urbano.


Quienes sí lo hacen, son decenas de miles de hombres y mujeres que desde el municipio de Juárez vienen a diario colgados en la puerta de las desvencijadas unidades... y tienen años que lo hacen de ese modo, no hay de otra.


A ellos la verdad les importa un reverendo sorbete si al camión en que se suben es eléctrico o propulsado por un reactor atómico... ¡lo que quieren es que las unidades sean suficientes!


Otras decenas de miles esperan a que regresen la Ecovía al estado óptimo y no que tengan que esperar media hora a la siguiente unidad que viene atestada.


Debo reconocer que a mis pecadores ojos, el Plan de Movilidad es una maravilla, si se cumple será un gran impulso para las aspiraciones samuelianas.


Sin embargo... ese plan debe dejar de flotar, debe tocar tierra y justo, la tierra en la que viven, sufren y soportan los hombres y mujeres que cada día se la juegan en esas chatarras humeantes.





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