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  • Foto del escritorRed Crucero

Obed Meza, sin aviso


Por José Luis Galván Hdz.



"No te dejan hacer nada, ni siquiera darle sepultura, no lo vimos al final, no podemos ir con mis sobrinas y mi cuñada a consolarlas porque también tienen covid”, les dieron la noticia por celular por que están encerradas en su casa, solo les dijeron que se había muerto su esposo, el padre de su hijas.


Mientras me contaba este relato Gerardo Meza, mi amigo, se le quebraba la voz al otro lado del teléfono. Hacía pausas, no asimilaba, no hilaba las palabras. No entendía que hubiera muerto sin aviso su hermano menor, Obed Meza, a los 46 años de edad.


Conocí a Obed, hace veinte años. Los dos trabajamos en el comité estatal del Partido Acción Nacional. Yo solo estuve ahí por un año, él sin embargo hizo prácticamente toda su carrera política dentro del partido, exceptuando unos años que estuvo en los municipios de Juárez y Monterrey.


Llegó a ser Presidente del partido de manera interina, aunque fue mayor tiempo Secretario General del PAN. Tengo que reconocer que en cuestiones partidistas casi siempre íbamos por lados distintos.


Mis mayores discusiones con Obed, no fueron precisamente por cuestiones políticas, sino por el fútbol; me gustaba molestarlo y decirle que andaba más equivocado en su preferencia deportiva que en la política al apoyar a un equipo sin pasión y en ese entonces regularmente perdedor.


Sin embargo él siempre defendió ferozmente a su equipo aunque a los Rayados de Monterrey le quedaran a deber al jugar.


De corazón alegre, llevaba la fiesta por dentro y por fuera , trovador y bohemio con su voz y su guitarra; llegó a formar un grupo regional como hobby.


Recuerdo que, en una elección interna del PAN a nivel Nacional, en donde para variar íbamos de lado contrario; ya en la noche en el hotel sede, Obed cantó y tocó la guitarra; y ya tomando una cervezas le dije: “Lástima que las coincidencias sean solo en la fiesta, deberías de aprender a tu hermano Gerardo, él ya está entendiendo el lado bueno de la política”.


Los dos sonrieron. Y es que con el tiempo fui coincidiendo más con su hermano Gerardo, con quien trabajé por un par años.


Gerardo hoy suena desconsolado. Maldice y cuestiona a un virus que nadie entiende, intentando como puede dar auxilio a la viuda de su hermano y a sus sobrinas.


Todo pasó muy rápido. El lunes se enteró de su contagio y se aisló, al tercer día lo internaron en el hospital.


Intubación. Muerte. En menos de una semana se fue. No hubo un adiós. No hubo una ceremonia de despedida. No hubo un velorio y de ninguna manera pudieron siquiera pensar en sepultarlo. Irónicamente, tardarán más en entregarle a su familia sus cenizas de lo que él estuvo en el hospital.


Qué se le puede decir a una familia que ha perdido su soporte, sus brazos fuertes, su andar. Les ha sido arrancada así nomás, sin aviso, una parte de sus vidas sin poder siquiera atisbar un suspiro.


Pero quiero pensar que, con su guitarra, con su voz, susurrando al oído de su familia la esperanza de un día, volver a ver y oír cantar. Llegara tal vez en un sueño sin aviso a mitigar un poco de sus penas, el amigo … Obed Meza.

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