Por OMAR ELÍ ROBLES
Cuando Bill Clinton se montó en el tobogán de la soberbia y la auto justificación recurrió a la mentira.
Mintió para ocultar su falta...
La falta era humana, la mentira institucional.
Con la falta humana ofendió a su familia.
Con la mentira ofendió a su Nación.
Por eso, por la mentira estuvo a punto de perder la Presidencia de los Estados Unidos de América.
Cuando todo parecía perdido tuvo los arrestos para hacer algo tan sencillo como pedir perdón.
Reunió a todos los líderes religiosos... A los líderes políticos de los partidos... A las organizaciones civiles... Y en cadena nacional hizo lo que no se estila en política: Pidió perdón.
Pidió perdón a su familia ; pidió perdón a la ciudadanía.
Reconoció su falta y pidió ser perdonado... Allí nació el líder mundial más poderoso y respetado que los Estados Unidos produjeron en el Siglo XX.
Acá, pedir perdón es pecado político.
Samuel, convertido en discípulo del Peje despierta un día para culpar a todos de sus errores.
Miente... Miente y vuelve a mentir para sostenerse de la gubernatura.
Todos tienen la culpa... Él es una víctima.
Miente... Sin reparo y sin tapujos.
Miente, cuando pedir perdón le resultaría en una base excelente para despegar.
Tiene una ventaja...
Está en México.
En Estados Unidos, sus errores serían importantes pero no definitivos.
Pero desde hace rato que no sería gobernador, por el gravísimo delito de ser un mentiroso.
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