"No va... no va"... Dos veces lo repitió Alberto Ortiz Certucha, cuando le preguntaron varios vecinos de Allende, acerca de su preocupación por la construcción de varios fraccionamientos habitacionales en aquel hermoso y citrícola municipio.
Estaban en El Principal, echando café, y los hombres de aquellos rumbos se ponían intensos.
"Pero díganos la verdad, comprometa su palabra de hombre a que esos deslindes que andan haciendo, no van a terminar convertidos en montón de casas para gente que va a llegar de fuera, y no es porque vengan, es que el agua no alcanza para los que ya estamos, imagínese cómo se va a poner todo en cuanto tengamos mil 200 familias nuevas".
Ortiz Certucha, no muy proclive a tolerar que le hablaran fuerte... o que le contradijeran... aguantó un poquito.
"Miren, les pido con todo respeto que tengan confianza, en este momento le pongo lupa a todo esto y me comprometo a que nada que les afecte va a ocurrir en este bello municipio".
Uno de los hombres, llamado Obdulio, de plano dejó todo en claro...
"Pero nos va a dar su palabra... porque mire amigo, la palabra es lo único que tiene el hombre pa demostrar su hombría, porque el que no da su palabra, ¡Tarde o temprano da las nalgas!... pero algo dará".