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  • Foto del escritorRed Crucero

Thiago: Dios dará


Por José Luis Galván


Cuando el mundo hacía una pausa debido al COVID-19, llegaba un pequeño bebé el 23 de septiembre del fatal año 2020. El recién nacido no podía sentir la piel suave de su mamá, sentir su calor ni alimentarse de la tibia leche materna, solo se miraban con profundo amor.


Un día antes de dar a luz, Diana su madre fue diagnosticada COVID por lo cual tenía prohibido el contacto. Sin embargo, el bebé que llegaba era el simbolo de una nueva era que concebía a un mundo diferente; al niño lo llamaron Thiago que significa: Dios dará.


Lo que parecía una catástrofe para la humanidad con una pandemia que estaba matando a los ancianos, a los enfermos con algún padecimiento.


A cambio de esas pérdidas humanas la naturaleza renacía. Así como el pequeño Thiago ese año llegaban seres extraordinarios a nuestro planeta; porque Dios dará… y nos da , nos manda ángeles a cambiar el curso de este mundo, este planeta que estamos matando.


Recuerdo esa noche en que Thiago llegaba al mundo a darnos luz, en mi casa encendía una veladora por mi madre, ese día fue cuando ella decidió partir hacia el cielo… Se cumplían 27 años de su muerte.


Esa noche haciendo una oración por mi madre, tratando de comunicarme con ella, de pedirle una señal de lo que estaba pasando, me llegó un mensaje de mi amigo Armando Amaral, abuelo de Thiago, celebraba la llegada de su nieto. Aún con todas las adversidades la vida vencía a la muerte, la luz llegaba a iluminar a la obscuridad que en ese momento el mundo vivía.


En esa misma fecha llegábamos en México a seis meses “encerrados” por la pandemia, la muerte se había hecho amiga del virus y asechaba a los viejos, los vulnerables a todos aquello que salían a lugares públicos sin ningún cuidado. México y el mundo estaban a merced de la pandemia.


Nadie imaginaba que al nacer el pequeño por no tener el contacto fisco con la madre, representaba el símbolo de una nueva era para la humanidad. No serían importantes el tacto, las carisias o el amor, como hasta el 2020 lo entendíamos. El niño trasmitía, daba luz, se comunicaba atreves de su espíritu, de sus inmensos ojos expresivos se sentía su presencia con solo mirarlo. Para el nuevo bebé no era indispensable el tacto.


Los primeros años para Thiago fueron de increíble aprendizaje, no eran difíciles a pesar de la pandemia ya que él nació con esa luz y esa sensibilidad especial. La dificultad era para sus padres Joshua y Diana , para los abuelos, para toda su familia ante: “no lo toquen”, “pónganse el cubre bocas”, “necesitamos mantenerlo en aislamiento”.


Thiago solo veía los ojos, las almas, leía mentes, sentía su esencia, el espíritu de los demás. El recién nacido solo con su mirada se comunicaba. La primera en sentirlo fue la abuela Edith, esposa de mi amigo Amaral, quizás por su espiritualidad, por la sensibilidad de tantos años como madre y como maestra dando clases.


Ahora en el 2043, a los 23 años del nacimiento de este ser tan extraordinario, que también aprendió a hablar, tocar, acariciar, … ahora sana, consuela, transfigura almas, corazones en su silencio, sin hablar, sin tocar solo con la mirada y esa energía que emana de su ser. Hoy puedo entender que sí…Thiago representa “El Dios dará, en esta nueva era”.




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